Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

miércoles, 21 de octubre de 2015

John Williams en Stoner


Una vez, después de la clase de la tarde, regresó a su despacho y se sentó a la mesa, intentando leer. Era invierno y había caído una nevada durante el día, por lo que la puerta exterior estaba cubierta de blanca suavidad. La oficina estaba sobrecalentada, abrió la ventana cercana a la mesa para que el aire frío entrara en la habitación cerrada. Respiró profundamente y dejó que sus ojos vagaran por el suelo blanco del campus. En un impulso encendió la luz de su escritorio y se sentó en la caliente oscuridad de su despacho, el aire frío le llenaba los pulmones y se inclinó hacia la ventana abierta. Escuchó el silencio de la noche invernal y le pareció que de algún modo percibía los sonidos absorbidos por el delicado e intrincado ser celular de la nieve. Nada se movía sobre la blancura, era una escena muerta que parecía tirar de él para absorber su consciencia justo mientras extraía el sonido del aire y lo enterraba bajo una fría y blanca suavidad. Se sentía atraído hacia fuera, hacia la blancura que se extendía tan lejos como le alcanzaba la vista y que era una parte de la oscuridad desde la que relucía bajo el cielo claro y sin nubes, sin altura ni profundidad. Por un instante sintió que abandonaba su cuerpo, que permanecía sentado quieto frente a la ventana y mientras sentía que se deslizaba, todo –la lisa blancura, los árboles, las altas columnas, la noche, las estrellas lejanas- parecía increíblemente pequeño y distante, como reducido hasta la nada. Luego, tras él, un radiador hizo ruido. Se movió y la escena volvió al origen. Con un alivio curiosamente desganado, apagó de golpe la lámpara de su despacho. Tomó un libro y algunos papeles, salió de la oficina, caminó a través de los oscuros pasillos y se abrió paso a través de las dobles puertas anchas de la parte trasera del Jesse Hall. Se fue caminando despacio a casa, consciente de cada huella que crujía con ruido sordo sobre la nieve seca.

John Williams. Stoner. Traducción de Antonio Díez Fernández. Ediciones Baile del sol.

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